Lucero y Capitán, dos callejeros afortunados
Para muchos esta será una historia más de rescate canino, de esas que la gente sube a su muro para que los demás aplaudan su gesto, pero para mi fue el paso que me permitió salir de la indiferencia, afrontar un problema ajeno y convertirlo en mío para que tenga un final feliz, comprendiendo que siempre se puede hacer más.
Todo
empieza un lunes en la mañana, era abril y hacía mucho frío, salí de mi
hogar rumbo al trabajo, pero mientras bajaban por la calle principal de la urb.
Madrigal, la imagen de dos cachorros mestizos que temeroso se escondía en un
potrero vacío se quedó en mi mente.
Primera vez que vi a los cachorros |
Al
regresar, luego de una jornada de trabajo, nuevamente vi a ese par de
juguetones que corrían y saltaban junto a un cruce peatonal, cerca de una gran
autopista (General Rumiñahui). Debo confesar, cerré mis ojos y dije: “seguro un
carro los pisa”.
Esa
noche pase pensando en por qué no los rescaté, por qué no me acerqué y los
llevé a un lugar más seguro. En fin, mañana sería otro día y seguro ya no me
acordaría de ellos, es más mis ideas egoístas decían, pero no son tus perros,
no debería importarte.
Al
día siguiente como un gran milagro los perros seguían vivos, pero hambrientos y
sedientos. Esta era la segunda oportunidad que tenía de salvarlos, así que me
baje del auto y me acerque a una panadería para comprarles pan. Mientras hacía esa acción sentía miradas
acusadoras de mi esposo y la vendedora del lugar como diciendo, “cómo desperdicia
la comida”, pero no me importó, sin embargo sentía que eso no era lo correcto,
los cachorros seguirían en peligro y en la calle .
Estas
son las cosas que mucha gente hace, tapa el problema por un momento, se saca la
culpa diciendo yo ya hice algo y luego vuelve a dar la espalda con la indiferencia
que nos caracteriza.
Un
pan y un vaso de agua, fueron necesarios para que los dos peludos se acercaran
más a la entrada del barrio. Se les daba comida y a cambio ellos vigilaban día
y noche la entrada del barrio, era como un trato intrínseco.
Muy
pronto no fui solo yo la rescatista, fueron cinco, diez las personas que se
sumaron a esta labor. No paso ni un mes y pronto los llamaron los gemelos, los guardianes del barrio.
Los
gemelos comían y dormía a los pies de la guardianía , todo parecía estar bien,
tenían comida y agua asegurada, pero Quito es impredecible y a mediados de
abril comenzaron las terribles lluvias. Pese a los trueno y rayos los dos
animalitos se mantuvieron fieles donde ellos creían era su hogar.
Así,
como ellos, seguro miles de perros deben pasar estas tempestades día y
noche sin que nadie los ayude y mucho
menos les importe.
Ventajosamente
los gemelos eran afortunados, hace poco una fundación había donado una casa
para perros en muy buen estado, era para una perrita que también tuvo una
historia similar en este barrio, pero
desgraciadamente murió por un posible envenenamiento por parte de algún vecino.
Así
fue que los días y noches bajo la lluvia terminaron, pues tuvieron ya un techo
donde protegerse.
Todo
parecía ir bien, pero la hembra entró celo y a los pocos días decenas de perros
de dueños irresponsables que permiten que vaquen por las calles , llegaron al
barrio. El infierno comenzó. Todos los
días habían peleas, los vecinos se quejaban de las jaurías, los desechos de los
animales cubrían las veredas, un verdadero desastre y lo peor de todo , qué
hacer si la hembra quedaba preñada.
Rápidamente
antes de que algún vecino comedido quiera darles veneno, me contacté con un
veterinario, para preguntarle cuanto cuesta una esterilización, la respuesta
fue, 60 dólares por perro. ¿Tanto? , fue mi repuesta ¿Y ahora?.
Bueno
utilizando mis recursos como productora de tv, tuve que realizar lo que en
televisión se conoce como canje publicitario, pedí al veterinario los vacune y esterilice,
a cambio contaría su buen gesto en un reportaje, ventajosamente aceptó y así se
logró el objetivo.
Para
asegurarme que los dos animalitos esten bien, los lleve a mi casa y adapté uno
de los cuartos para los dos perros. Tenía que tener cuidado, pues tengo dos
perros más, machos y sin esterilización que al momento de olfatear un perro
extraño se ponen como locos. Quince días pasaron aislados, hasta que sus
heridas sanaron.
Los
animalitos se desesperaban, quería volver a la calle, así que abrí la puerta y
regresaron junto a la caseta del guardia, no sin antes lamer mi mano como
diciendo, gracias.
Las
cosas parecían haber mejorado, la gente en el barrio los quería, ya tenían
nombre, capitán y lucero. Se convirtieron en perros comunitarios, pero los bandidos
se acostumbraron a perseguí a los autos, a correr tras de ellos con el riesgo
de lo inevitable, ser atropellados.
Y
así fue, que 15 día después un nuevo drama, lucero fue atropellada por una
camioneta que sin hacerse responsable se
dio a la fuga.
Una
dislocación del fémur y una leve fisura fue el diagnóstico, 180 dólares más
para poder salvar a la perrita.
Esa
misma noche con la factura en la mano, salí a recorrer las calles de la
urbanización en busca de aquellos vecinos que de vez en cuando daban comida a
los perritos. Formamos una comitiva de 3
personas, pero poco a poco se fueron sumando más y más vecinos. Al terminar el
recorrido logramos reunir 150 dólares, faltaban aún 30 los cuales tuve que
asumirlos. Claro no faltó el vecino bravo, el tacaño y hasta el pobre.
8:30 pm luego de la colecta |
Nuevamente
como si la historia se repitiera, 15 días tuvo que pasar la perrita en mi casa
encerrada en un cuarto hasta que re recupere. Lucero tuvo suerte se recuperó a
los 10 días, ahora ya corre y salta como antes.
Lucero en recuperación |
El
temor de que nuevamente un auto los atropelle, conmovió a varios vecinos que cuidaban de los perros
en especial a uno de los guardias del barrio, Miguel Lema, quien se había encariñado con lucero y
capitán. Su propuesta era adoptarlos , pero tenía que llevarlos hasta Riobamba
junto a su mamá, él aseguraba que era un buen lugar y que los dos canes estaría
en buenas condiciones. Convencida de ello, organicé todo para que viajen a
Riobamba, gracias a Diego Segovia y Magui Muñoz que me facilitaron dos jaulas
transportadoras, lucero y capitán estaban listos para partir.
Diego Segovia |
Miguel Lema - Guardia |
Pero
la realidad fue otra, capitán y lucero habían hecho de la calle su hogar, de
los vecinos y guardias sus amos, su vida estaba aquí. Fue así que un día
después del viaje, Miguel me llamó y desesperado me contó que los dos
animalitos lloraban inconsolablemente y lo peor de todo se volvieron agresivos
con quienes serían sus nuevos dueños.
Sin
pensarlo dos veces, le respondí, si no se van a hacer cargo de ellos, es mejor
que los traiga de vuelta, y fue así que dos días después lucero y capitán ,
volvieron al barrio, era inexplicable su alegría, con su mirada nos decían no
nos vuelva a separar de este que es nuestro hogar.
Ahora
he vuelto a asumir el cuidado de los perritos,
siempre con la incertidumbre de que no sean víctimas de algún
atropellamiento o envenenamiento. Ya que su hogar sigue siendo la calle.
Al
final de todo esta historia tiene un final feliz, estos dos afortunados tienen
gente que ve por ellos, realidad que no comparten miles de perros que siguen en las calles de todo el país,
perros desnutridos, enfermos, lastimados, abandonados, sin la esperanza de
tener una vida mejor. Y lo pero de todo es que esto continuará mientras la
personas sigamos creyendo que es normal
ver animales vagando por las calles, perros atropellados tirados como basura en
las autopistas y gente sin escrúpulos que aún lucra de la venda de estos
animalitos.
Es
hora de dejar la indiferencia de lado y aportar con un grano de arena para que
desde nuestra cotidianidad, esta dura realidad cambie.
Yo
di el primer paso, y tú?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe encanto esta historia, necesitamos muchas más como estas!! Y como dices dejar al lado la indiferencia, no podemos cambiar el mundo entero, pero podemos cambiar el mundo de cada ser que tocamos, y no perdemos nada, más bien enriquecemos nuestros corazones :)
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