Oro, una palabra que con solo escucharla llama la atención, en el Cantón azuayo Camilo Ponce Enríquez, este noble mineral es parte del día a día.
Imaginar tan solo que dentro de un cerro gigantesco, que para variar no tiene un nombre definido, se esconden miles de miles de kilogramos de oro, mezclados con una infinidad de minerales, resulta asombroso.
El cerro al que llamaremos Nariz del Diablo, ya que así lo bautizaron por mayoría de votos, se asemeja a un pedazo de queso, con varios agujeros que inician en el exterior de la montaña y sabe Dios donde terminan. Son las famosas bocaminas de las pequeñas sociedades mineras de la zona. Galerías que atraviesan el macizo rocoso en busca de las preciadas vetas.
Las vetas no son más que concentraciones de minerales incrustadas en medio de la roca, sitios donde se encuentra el codiciado oro.
El ingreso de una mina con solo verla resulta aterrador, me decido visitar una de ellas se llamada “Sociedad Minera Unión Lojana” en sector de Bella Rica del Cantón Ponce Enríquez en la provincia de Azuay. Son agujeros de casi dos metros de alto por uno de ancho, que tienen un inicio pero que no se visualiza su fin. Conforme se avanza la oscuridad se apodera del lugar, una linterna ubicada en la parte frontal del casco facilita la visibilidad dentro de la mina.
Solo los cinco primero metros de la mina tiene paredes en cementadas de ahí en adelante la roca está expuesta.
Mientras se ingresa, el aire cada vez se satura, la humedad aumenta y las partículas de polvo son cada vez más intensas en el ambiente. Uno de los técnicos que me acompañan me muestra una de las vetas dentro de la mina, me dice: Esto es lo que buscan los Ing. en minas para planificar la dirección que debe tomar la galería.
Para mí eso no deja de ser una simple piedra, ¡piedra!, menciono esa palabra y ocasiono una reacción negativa en los mineros e ingenieros que me rodean. Me dicen molestos: “Estas son rocas, piedras las que usted habla señorita.”
Un poco sorprendida prefiero no emitir ningún juicio, me explican que técnicamente una roca es una asociación de uno o varios minerales, de composición química variable, sin forma geométrica determinada, como resultado de un proceso geológico definido.
Antes de enredarme con tanto tecnicismo prefiero continuar con el recorrido; en el interior las galerías están divididas por secciones, es como estar en un laberinto, con caminos hacia arriba, abajo y a los lados.
De repente un grito de cuidado se escucha, es la señal de alarma, ya que una burra (un pequeño vagón de tablones engarzados en rieles) está a punto de salir de la mina cargada de rocas.
Las rocas con la veta son enviadas a la planta de beneficio, pero las rocas estériles es decir sin minerales son arrojadas en los exteriores de las bocaminas.
Me sorprendo al ver como el paisaje exuberante de la montaña se distorsiona por gigantescas escombreras (montañas de rocas estériles) y me sorprendo más aún cuando en medio de ellas se observa bultos humanos, se trata de las famosas jancheras. Jancheras, término que no aparece en lista de palabras de la Real Academia de la Legua, pero que en Ponce Enríquez tiene mucho significado.
Se las llama jancheras a las mujeres que recogen rocas pequeñas donde se observa mínimas concentraciones de minerales, que luego son molidas para extraer pequeñas cantidades de oro.
María Quezada por ejemplo se dedica a janchear de dos a tres horas en el día y obtiene como mínimo un gramo de oro, que en el mercado puede llegar a costar hasta 40 dólares; todo depende de la ley, así lo aseguran los mineros. Pero que es la ley?. La ley no es nada más y nada menos que la pureza del oro, esta puede ser de 14, 18 y 24 quilates.
Terminada la jordana de trabajo mineros y jancheras, retorna a la triste población de Bella Rica, digo triste, porque sus calles son similares a una pista de 4 x4, sus casa parecen asentamiento ilegales y su gente luce como si saliera de una guerra civil.
Cómo entender la paradoja de vida, tienen el oro en las manos y viven como si no tuvieran ni un centavo. Pregunto a la gente del sector y me responde, “para que invertir en este lugar, yo ahorra para vivir en la gran ciudad.” Por un momento me parece lógica su apreciación, sin embargo solo recordar que hace poco meses 17 personas entre mineros y jancheras perdieron la vida en las faldas del cerro sin nombre, me hace recapacitar del grave error que comente al pensar que la vida es eterna, que el dinero, sí llega al cielo y que la fiebre del oro se cura con más oro.
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